A solo unos metros de la puerta sentía como las piernas me temblaban de los nervios, aun no estaba segura de seguir, sin embargo era necesario para definir todo aquello que yo sentía.
Tome aire y corregí mi postura, al tiempo que levantaba la barbilla toque el cristal de la puerta y espera a que abrieras.
Tú estabas un poco distraído apuntando algo en una libreta, al escuchar el llamado en la puerta levantaste la vista con pereza y una expresión de asombro se dibujó en tu rostro al verme, la cual cambiaste por una sonrisa mientras te dirigías a abrir la puerta.
Al verte sonreír sentí un vuelco en el estómago, es que me había olvidado lo mucho que me gustaba tu sonrisa, las piernas me seguían temblando y yo hacía un esfuerzo por disimular. Por fin abriste la puerta sé que solo tardaste unos segundos, aun así me pareció eterno el tiempo.
Nos saludamos de beso y me hiciste pasar, avance al interior con una aparente seguridad, me sorprendió lo mucho que había cambiado aquel lugar. Aun te estaba dando la espalda pero podía sentir tu mirada sobre mí, tratando de aparentar una calma que no sentía me volví lentamente hacía ti y te sonreí, tú me correspondiste.
Pude darme cuenta que me analizabas y supongo que hasta cierto punto era normal, después de todo no era una situación común la nuestra. Empecé una conversación acerca de los cambios en el lugar para romper el hielo, mientras me dirigía a paso lento hacia mi lugar favorito para sentarme, la escalera de caracol. Me gusta ese sitio porque desde ahí puedo platicar contigo sin estorbar al mismo tiempo que tengo un completo dominio visual de todo lo que haces.
Afortunadamente tu socia no se encontraba en el lugar lo que nos dio un poco más de intimidad para conversar, sin embargo cuando llegaban tus pacientes tenía que esperar, eso me daba un margen de tiempo perfecto para estudiar cada detalle de ti cada movimiento, cada gesto. -pude darme cuenta que has cambiado, has madurado y físicamente te has vuelto más atractivo, me sorprendió darme cuenta que ya no te veo como a al muchacho que me gustaba años atrás, ahora te veo como un hombre hecho y derecho, y un hombre que me atrae aún más.
La consulta se alargaba y yo seguía recreándome en cada detalle de ti empecé el recorrido en tu cabello, siguiendo por tu frente y tus cejas, tus ojos seguían fijos en tu paciente, así que resbale por tu nariz y di un salto a tu boca, me detuve un rato en tus labios, esos labios que me gustaba tanto besar, me preguntaba ¿Qué sabor tendrían tus besos ahora? Que ganas de ir hacia ti en ese momento y robarte un beso. Levantaste la mirada y nuestros ojos se encontraron repentinamente, di un respingo ante la sorpresa y sentí una descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo. Apartaste tu vista divertido por mi reacción.
Fue un día con mucho trabajo para ti lo que sirvió para que el tiempo transcurriera rápidamente, pronto llegó la hora que teníamos acordada para salir. Me había vestido para ti, para gustarte, para lucirme ante ti, me gusta la forma en que me miras.
Caminamos lentamente, conversando sobre diversos temas, ambos evadíamos la verdadera razón de esa visita, llegamos al restaurante donde íbamos a cenar, la cena transcurrió tranquila, entre una amena charla y algunos tímidos coqueteos por parte de ambos.
Mi ánimo empezaba a decaer, incluso llegue a pensar que había malinterpretado todos esos mensajes y llamadas que tuvimos antes, hasta que me llevaste al hotel donde me hospedaba e insististe en acompañarme hasta la puerta de mi habitación, la tensión entre los dos se acrecentaba a cada paso que dábamos, yo sentí mi corazón latiendo con tanta fuerza que casi podía salirse de mi pecho.
Cuando llegamos a la puerta, te mire de frente y esperaba que dijeras algo, solo sonreíste y ladeaste la cabeza como acostumbras hacerlo cuando coqueteas conmigo, yo solo pensé que bastaba con una sonrisa para desarmarme, era increíble lo mucho que me gustabas, de pronto abriste los brazos y pronunciaste la misma frase que escuchara de tus labios 6 años atrás - ¿Qué esperas para besarme?- Mientras yo jugaba con las llaves que tenía en las manos, y las miraba fijamente como si algo sumamente interesante estuviera pasando con ellas, mordí mi labio inferior y luego te mire, por mi cabeza pasaban mil cosas, hasta que simplemente me tomaste de los hombros me acercaste a ti y me besaste.
Fue un beso que empezó lento, tierno, indeciso, para poco a poco convertirse en algo más demandante, más profundo, la expresión del deseo reprimido de ambos, no solo de esa tarde, si no de las llamadas y mensajes de los últimos meses, y finalmente de aquello que había quedado inconcluso. Tus manos bajaron lentamente de mis hombros, a traves de mi espalda, hasta detenerse en mi cintura, mientras las mías partían de tu pecho en una lenta caricia hacia tu cuello, para terminar enredándose en los cabellos de tu nuca.
Mi cuerpo quedo apoyado en la puerta debido al peso del tuyo, podía sentir tu aroma inundando mis sentidos, mientras seguías besándome y yo quería que el tiempo se detuviera y seguir bebiendo de tus labios.
Aun sin comprender como pude olvidarme de tus besos, sentí como tu mano subía lentamente de mi cintura hasta mi hombro y siguió a lo largo de mi brazo hasta llegar mis manos, me quitaste las llaves y te separaste a penas lo suficiente para mirarme a los ojos y preguntar
-¿Quieres que entre contigo?-
Sentí un nudo en la garganta sabía que de mi respuesta dependían muchas cosas.
Y sin dudarlo dije -Si-
Solo sonreíste y metiste la llave en la cerradura, lo cual me hizo evocar recuerdos del ayer.
Abriste la puerta y encendiste la luz con delicadeza me hiciste pasar, posaste tus manos en mis hombros y nuevamente me preguntaste si estaba segura del paso que iba a dar, yo solo te eche los brazos al cuello y bese tus labios.