A 26 años del descubrimiento de la Coyolxauhqui , la diosa de la Luna
En aquella madrugada del 21 de febrero de 1978, cuando los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro encontraron una enorme piedra grabada que les impedía continuar con sus labores de excavación en el corazón de la Ciudad de México, nunca imaginaron que ese monolito abriría la puerta para conocer el Templo Mayor de los aztecas y transformar a la arqueología en México.
Esa enorme piedra de más de tres metros de altura y un peso de ocho toneladas, donde se encontró tallada la figura de la Coyolxauhqui (diosa de la Luna), arrojó también grandes conocimientos en torno a la sociedad azteca y su cosmovisión.
Al igual que su madre, Coatlicue, quien fue hallada el 13 de agosto de 1790, cuando se hacían trabajos de emparejamiento y atarjeas en la plaza mayor de esta capital, Coyolxauhqui fue encontrada por casualidad; sin embargo, su hallazgo derivó en el descubrimiento de por lo menos siete mil objetos arqueológicos de más de cien ofrendas que hoy se encuentran en el Museo del Templo Mayor.
A 26 años de distancia del descubrimiento de la Coyolxauhqui, afirmó Juan Alberto Román Berrelleza, director del Museo del Templo Mayor, ese hecho sigue como un hito dentro de la arqueología mexicana y constituyó un cambio en materia de investigación.
Al decir del experto, a partir de ese hallazgo en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se han encontrado ofrendas y objetos, donde es necesario el empleo de técnicas de excavación y registro muy finas.
"La investigación de la Coyolxauhqui alcanzó alturas nunca antes vistas hasta entonces, porque su investigación permitió adentrarse en la búsqueda de muchos fenómenos de la sociedad azteca. La Coyolxauhqui marcó el inicio de nuevas posibilidades en la arqueología de México", comentó.
A lo largo de estos 26 años de su descubrimiento, la Coyolxauhqui ha sido estudiada en diversas ocasiones.
En un primer momento los trabajos que realizaron los arqueólogos Angel García Cook y Raúl Martín Arana, tiempo en el que empezaron a aparecer las primeras ofrendas.
Uno de los especialistas más dedicados en el estudio de la diosa de la Luna, ha sido Eduardo Matos Moctezuma, ex director del Museo del Templo Mayor, quien aseguró que detrás Coyolxauqui, existe un mito y un ritual que ha permitido comprender la creación de Tenochtitlan.
De acuerdo con Matos, el mito de la Coyolxauhqui surge cuando Coatlicue (la madre tierra), al barrer su templo en lo alto del cerro de Coatepec, queda preñada por unas plumas que llagaron del cielo y que guardó en su pecho.
Ese hecho pone a Coatlicue en riesgo de muerte, cuando sus hijas, Coyolxauhqui junto con las 400 Centzon Huitznahuac (las estrellas) deciden matarla, al considerar el embarazo de su madre como una afrenta, señaló el especialista.
El dios Huitzilopochtli (el Sol), continuó, desde el vientre de Coatlicue, decidió defender su vida y la de su madre, y a través de una serpiente de fuego llamada Xiuhcóatl, decapitó a la Coyolxauhqui para después arrojarla del cerro de Coatepec.
"Al caer fue desmembrándose, lo que da sentido al mito de que cada mes, durante el amanecer, la Luna es derrotada por el Sol", explicó Matos y aseguró que ese mito ocasionaba en ese entonces creer que el destino del mexica era desempeñarse como guerrero, como el dios Sol.
Ese mito acerca de la derrota de la Coyolxauhqui, al decir de Matos, fue convertido en ritual mediante la fiesta de Pantquetzaliztli, en la que eran sacrificados algunos prisioneros, en honor a Huitzilopochtli.
"Es así como los aztecas crearon una serie de aspectos simbólicos de éste festejo, como un mecanismo que les llevaría a fundar Tenochtitlan", precisó.
El arqueólogo sostiene que el mito de la Coyolxauhqui es igual de importante que el del relato histórico, porque es la interpretación creada por los pueblos acerca de un hecho determinado. "Mientras la labor del estudio científico consiste en reconocer hasta donde se trata de un suceso histórico y en que punto llega el mito", aseveró.
Según Román Berrelleza, la importancia de la Coyolxauhqui va más allá de representar a la diosa de la Luna, porque da sentido a la pugna entre dos segmentos sociales dentro de los aztecas, que dan origen a Huitzilopochtli, es decir, el sometimiento de algunos de esos grupos en disputa.
El director del Museo del Templo Mayor explicó que en torno a la diosa de la Luna se han hecho estudios de significado, simbólico, iconográficos y topográficos, además de la estética, de la forma, el contenido y el movimiento de la figura.
Felipe Solís, director del Museo Nacional de Antropología, quien una vez liberada de la tierra que la cubría, fue el primero en percatarse que se trataba de la Coyolxauhqui, señaló que ese monolito proviene de la etapa correspondiente al gobierno de Axayácatl, quien ocupó el solio supremo de Tenochtitlan, entre 1469 y 1480.
Señaló que dicho monolito es el objeto más importante de esa etapa, la cual se encontraba justo al pie de la escalinata del templo de Huitzilopochtli (uno de los dos más importantes en el Templo Mayor de los aztecas junto con el de Tlaloc), como remembraza de la míticabatalla entre ambos dioses.
Aunque en la actualidad no hay investigaciones en torno a la Coyolxauhqui de manera directa, sino únicamente se aborda de manera colateral, Román Berrelleza, confía en que pronto surjan nuevas inquietudes en torno a la diosa de la Luna.
Por el momento, para celebrar este 26 aniversario de la Coyolxauqui, se realizaran talleres, presentación de documentales y la develación de una escultura "Aún se puede tejer la historia", de la artista plástica Selma Guisande.
Román Berrelleza sostuvo que si bien hallazgos como la Coyolxauhqui no permiten reconstruir a la sociedad azteca en su totalidad, sí ofrecen la posibilidad de adentrarse con más precisión a esa cultura en aspectos religiosos, económicos, políticos y sociales.
"La Coyolxauhqui todavía tiene muchas cosas más que decirnos, lo que pasa es que los investigadores son los que deben llegar y saber qué preguntarle", concluyó.
Esa enorme piedra de más de tres metros de altura y un peso de ocho toneladas, donde se encontró tallada la figura de la Coyolxauhqui (diosa de la Luna), arrojó también grandes conocimientos en torno a la sociedad azteca y su cosmovisión.
Al igual que su madre, Coatlicue, quien fue hallada el 13 de agosto de 1790, cuando se hacían trabajos de emparejamiento y atarjeas en la plaza mayor de esta capital, Coyolxauhqui fue encontrada por casualidad; sin embargo, su hallazgo derivó en el descubrimiento de por lo menos siete mil objetos arqueológicos de más de cien ofrendas que hoy se encuentran en el Museo del Templo Mayor.
A 26 años de distancia del descubrimiento de la Coyolxauhqui, afirmó Juan Alberto Román Berrelleza, director del Museo del Templo Mayor, ese hecho sigue como un hito dentro de la arqueología mexicana y constituyó un cambio en materia de investigación.
Al decir del experto, a partir de ese hallazgo en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se han encontrado ofrendas y objetos, donde es necesario el empleo de técnicas de excavación y registro muy finas.
"La investigación de la Coyolxauhqui alcanzó alturas nunca antes vistas hasta entonces, porque su investigación permitió adentrarse en la búsqueda de muchos fenómenos de la sociedad azteca. La Coyolxauhqui marcó el inicio de nuevas posibilidades en la arqueología de México", comentó.
A lo largo de estos 26 años de su descubrimiento, la Coyolxauhqui ha sido estudiada en diversas ocasiones.
En un primer momento los trabajos que realizaron los arqueólogos Angel García Cook y Raúl Martín Arana, tiempo en el que empezaron a aparecer las primeras ofrendas.
Uno de los especialistas más dedicados en el estudio de la diosa de la Luna, ha sido Eduardo Matos Moctezuma, ex director del Museo del Templo Mayor, quien aseguró que detrás Coyolxauqui, existe un mito y un ritual que ha permitido comprender la creación de Tenochtitlan.
De acuerdo con Matos, el mito de la Coyolxauhqui surge cuando Coatlicue (la madre tierra), al barrer su templo en lo alto del cerro de Coatepec, queda preñada por unas plumas que llagaron del cielo y que guardó en su pecho.
Ese hecho pone a Coatlicue en riesgo de muerte, cuando sus hijas, Coyolxauhqui junto con las 400 Centzon Huitznahuac (las estrellas) deciden matarla, al considerar el embarazo de su madre como una afrenta, señaló el especialista.
El dios Huitzilopochtli (el Sol), continuó, desde el vientre de Coatlicue, decidió defender su vida y la de su madre, y a través de una serpiente de fuego llamada Xiuhcóatl, decapitó a la Coyolxauhqui para después arrojarla del cerro de Coatepec.
"Al caer fue desmembrándose, lo que da sentido al mito de que cada mes, durante el amanecer, la Luna es derrotada por el Sol", explicó Matos y aseguró que ese mito ocasionaba en ese entonces creer que el destino del mexica era desempeñarse como guerrero, como el dios Sol.
Ese mito acerca de la derrota de la Coyolxauhqui, al decir de Matos, fue convertido en ritual mediante la fiesta de Pantquetzaliztli, en la que eran sacrificados algunos prisioneros, en honor a Huitzilopochtli.
"Es así como los aztecas crearon una serie de aspectos simbólicos de éste festejo, como un mecanismo que les llevaría a fundar Tenochtitlan", precisó.
El arqueólogo sostiene que el mito de la Coyolxauhqui es igual de importante que el del relato histórico, porque es la interpretación creada por los pueblos acerca de un hecho determinado. "Mientras la labor del estudio científico consiste en reconocer hasta donde se trata de un suceso histórico y en que punto llega el mito", aseveró.
Según Román Berrelleza, la importancia de la Coyolxauhqui va más allá de representar a la diosa de la Luna, porque da sentido a la pugna entre dos segmentos sociales dentro de los aztecas, que dan origen a Huitzilopochtli, es decir, el sometimiento de algunos de esos grupos en disputa.
El director del Museo del Templo Mayor explicó que en torno a la diosa de la Luna se han hecho estudios de significado, simbólico, iconográficos y topográficos, además de la estética, de la forma, el contenido y el movimiento de la figura.
Felipe Solís, director del Museo Nacional de Antropología, quien una vez liberada de la tierra que la cubría, fue el primero en percatarse que se trataba de la Coyolxauhqui, señaló que ese monolito proviene de la etapa correspondiente al gobierno de Axayácatl, quien ocupó el solio supremo de Tenochtitlan, entre 1469 y 1480.
Señaló que dicho monolito es el objeto más importante de esa etapa, la cual se encontraba justo al pie de la escalinata del templo de Huitzilopochtli (uno de los dos más importantes en el Templo Mayor de los aztecas junto con el de Tlaloc), como remembraza de la míticabatalla entre ambos dioses.
Aunque en la actualidad no hay investigaciones en torno a la Coyolxauhqui de manera directa, sino únicamente se aborda de manera colateral, Román Berrelleza, confía en que pronto surjan nuevas inquietudes en torno a la diosa de la Luna.
Por el momento, para celebrar este 26 aniversario de la Coyolxauqui, se realizaran talleres, presentación de documentales y la develación de una escultura "Aún se puede tejer la historia", de la artista plástica Selma Guisande.
Román Berrelleza sostuvo que si bien hallazgos como la Coyolxauhqui no permiten reconstruir a la sociedad azteca en su totalidad, sí ofrecen la posibilidad de adentrarse con más precisión a esa cultura en aspectos religiosos, económicos, políticos y sociales.
"La Coyolxauhqui todavía tiene muchas cosas más que decirnos, lo que pasa es que los investigadores son los que deben llegar y saber qué preguntarle", concluyó.
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